
No sé vosotros, pero yo empiezo a sentir un odio profundo y hepático hacia el Barcelona, Carod, ZP, su puta madre, Arminio y en general etarras, culés y demás gentuza, que para mí, enajenado y confundido como estoy, ya son lo mismo.
Retomo mi idea de independizarnos. Los 10 millones de madridistas podríamos desgajarnos de este maldito lugar, llevarnos a la Premier el jamón, las mujeres morenas, el museo del Prado, el 98, el 27, a los místicos, Lope, Quevedo, Cervantes, los toros, los pasodobles y Ana Obregón e instalarnos en algún lugar sin Oteguis.
¡¡¡Un Real Madrid planetario ya!!!
¡¡Vayámonos a jugar la liga japonesa!!
¡Mejor, a la china!
Seamos chinos, casémonos con chinas y fusionemos nuestro españolismo con la raza oriental y dejemos aquí al Barcelona y la Real Sociedad comiendo mierda. Con sus boinas y sus barretinas y sus caras de andar estreñidos. La China es el futuro, el país que habrá de dominar el mundo. No merece la pena ir en verano, quedémonos allí. Seamos el Real Madrid-Pekín... comencemos a construirnos un estadio capaz de albergar a 300.000 chinos y mantengamos el Bernabéu para pegar un pelotazo colosal que nos haga aún más ricos y que mate de úlcera a todos los polacos. En verano pasamos por aquí, para saludar a las peñas en el trofeo Santiago Bernabéu y para meterle 7 al Patético en el trofeo de la comunidad.
Huyamos, a algún lugar sin Arminios, sin Laportas, sin extremeños culés...
Por cierto, ¿alguien se acuerda de nuestros delanteros titulares, los otrora imprescindibles... sí, venga, cómo se llamaban... Laul y Lonaldo? Caro, la revolución silenciosa. Aunque se va soltando en las ruedas de prensa, y poco a poco va dejando prendas nuestro elocuente sevillano, nuestro Séneca. Los entrenadores estimulan su verbo a base de victorias; no hay más que oir a Quique, el faraonito, que parece que está dando un master en cada rueda de prensa, con su sempiterno y mayestático "nosotros", al más puro estilo Del Bosque, otro que hablaba siempre desde el colectivo o desde el trono. El plural, en los entrenadores, sugiere trabajo en grupo, consenso de coaches, managers y assistant coaches, a lo anglosajón, una especie de laboratorio de técnicos que someten a rigor científico y a un auténtico brain storm. Antes no era así, y por eso Aragonés nunca utilizó el plural, dejando en la sombra y sin pronombre a Paredes, ese individuo carpetovetónico que le acompaña en los banquillos y que luce barriga, chándal y pinta de haber salido de alguna tasca gaditana o de algún programa de Jesús Quintero.

Por cierto, nuestro buen Caro tiene también sus gestos (salvo Lobanovski y Del Bosque, dos entrenadores estatuarios, los entrenadores o caminan o chupan chupa chups o corren o se rascan o corrigen a sus jugadores con movimientos rápidos de manos que dibujan un dentro-fuera posicional que siempre es el mismo). No gesticula mucho, pero sí que acostumbra, como si fuera miope, a achinar los ojos de forma que se le van acusando las patas de gallo, formando un auténtico abanico de pliegues que presagian el envejecimiento dermático de todo un Antic, ese entrenador lechuza que ha pasado a la historia por:
1- Ser despedido como líder.
2- Haber cobrado tres veces del Atleti, siendo así el único individuo que timó a Gil.
3- Hablar el español (pese a llevar décadas en España) como un sioux y sin embargo ganarse la vida como comentarista.
4- Por no haber reconocido nunca, durante su larga carrera de comentarista, mérito alguno a entrenador vivo o muerto que no se llamase Radomiro.
5- Por ser un ultranacionalista serbio y por haber mantenido una polémica cainita con Kresic, croata y tampoco manco en lo de llevar las cosas a un extremo absurdo y parapolítico.
Nuestro Caro, del que ya comentamos su filiación dentro de esa corriente teórica de los entrenadores-maestroescuela, está empezando a asomar la patita y a soltar apotegmas como bombas silenciosas. Lo hace, eso sí, amparado en la general indiferencia de quienes le han tomado por un tolili, pues en esta España nuestra si vas a misa te toman por deshuevado. Yo digo lo contrario: en Caro no sólo hay un míster sino que además hay un hombre, un hombre de cuerpo entero, de esos de los que diría García que se viste por los pies, aceptando implícitamente la posibilidad de que existan hombres que se vistan por la cabeza.
En fin, me desviaba de mi inicial propósito de ponderar la invisible figura de López Caro, un entrenador excéntrico que ha sido capaz de introducir conceptos tan
extraordinarios como la simetría en bandas, la presión adelantada, el sentido común y la meritocracia. Sí, esa creencia antigua que atribuía una virtud a los méritos contraidos y que pasó al catón futbolero en la máxima "se juega como se entrena"... si se entrena, dirían algunos de nuestros recordados cracks.
Por último, quiero advertir el carácter mesiánico de Robinho, el ungido. Una vez cada veinte años nace un muchacho esmirriado para guiar al pueblo madridista por el largo desierto. Butragueño, Raúl, ahora Robinho, han sido los llamados a liberarnos del yugo nazionalculé. No tenemos que animarle, ni aplaudir, es algo más, tenemos que seguirle.