
Seré breve y, no temáis, no pontificaré sobre política. Me gustaría decir un par de cosas acerca del interminable proceso electoral de nuestro amado club. Me parece que se puede juzgar ya como un fracaso, un fracaso del propio club. En esta campaña, que es comparable a las primarias norteamericanas, no se han tratado los tres temas que a mi juicio (tan desviado como sea posible) son fundamentales, a saber: el nuevo contrato televisivo, el modelo deportivo y Raúl.
De lo primero ya hemos hablado mucho en la bitácora. Tratarlo con algo de profundidad me obligaría a meterme en política, así que no lo haré. Para algunos, poco avisados, resulta increible que una traición así se pueda consumar, pero lo evidente es que existe un asomo de duda, una intranquilidad en ciertos sectores de la masa social y no social y que no hayan sido capaces de atajarla es ya un fracaso. De Florentino se esperaba dejar zanjado ese asunto y de los candidatos una especie de consenso básico en torno al tema. ¿Qué tenemos? Un grupo de comunicación, del que se puede decir que tiene alguna relación informal con el poder, cuya salud financiera depende de una televisión que a su vez depende del producto fútbol que a su vez depende, básicamente y en medida desigual, del Barcelona y del Real Madrid. Bien, el club estatutario ya ha optado por Media Pro (y ni siquiera a ellos les va a ser fácil) y eso ha tenido un pronto reflejo en la cotización del grupo (los inversores en bolsa no leen el AS) al que, por costumbre, llamaremos PFFR , acrónimo que suena como una ventosidad y que remite al "poder fáctico fácilmente reconocible". Si Aznar no se atrevió a mencionarlo quizá seamos injustos exigiendo heroricidades a Baldasano. La situación es que pffr depende, en buena medida, del contrato televisivo del Real Madrid, pero no está dispuesta a apoquinar la tela que alegremente ofrece Media Pro. Si uno se dirige a los medios de comunicación no encuentra más que silencio o tabú (que es silencio más miedo). En el club hay un vacío de poder que los candidatos deberían haber ocupado. Nadie duda de su integridad y honor (aunque de alguno de ellos, de uno, al menos, caben ciertas dudas si por su panorama aparece una sota de bastos o un as. Por cierto, el diario AS, que para mi siempre remitió al as deportivo, la estrella del deporte, el fenómeno, cada vez recuerda más a esa otra acepción, tan mancebiana, del as en la manga), es más bien una mirada pesimista sobre la condición humana, impersonal, un pesimismo rousseauniano, de quien se hace mayor. Convendréis conmigo en que, en cualquier caso, el proceso electoral no arroja certeza alguna. Eso, a mi entender, es ya un fracaso.
Vamos con otro asunto. El de Raúl. O Raúl como problema. El Madrid tiene en su plantilla (y lo que es peor, en su vestuario), de resultas de la alianza entre el florentinismo y el carvajalismo, un jugador con aura de mito, con un rendimiento entre nulo y negativo y con un contrato hasta el 2010 que sería exagerado en cualquiera que no se llamase Kaká o Ronaldinho, pero que siendo suyo resulta desproporcionado. El derecho laboral protege al trabajador y Raúl, con una sutileza desconocida en él, ya ha dejado caer que no se le pasa por la cabeza renunciar al contrato. Estoy convencido que todos esos periodistas y aficionados histéricos que al plantearse la renovación del siete amenazaron a Florentino con huelgas, manifestaciones, autolesiones, harakiris, bajas en el club y cosas semejantes no habrán aprendido nada y volverán a dar la lata cuando, por ejemplo, el representante de Sergio Ramos, que para entonces ya no será su hermano René (llamarte René Ramos es nacer con nombre artístico) sino el ubicuo Ginés, nuestro Jerry Maguire, afirme convencido que Roman Abramovich está prendado con el chico. Según los periodistas, Raúl se entrega y lucha y le debemos tanto... de eso participan los propios aficionados, que parecen no comprender que su papel exige ser cruel y un poco olvidadizo. Los sentimentales que se vayan al cine, coño. Raúl no asume su edad ni su declive. Creo que con Raúl hemos cometido un error. Está bien que el futbolista ordene su vida, que siente la cabeza, que asegure su futuro, pero sin pasarse. Raúl ya no es un futbolista, es un inversor inmobiliario con familia numerosa que una vez a la semana juega al fútbol. O mejor: corre en un campo de fútbol y sólo esporadicamente entra en contacto con el balón, a menudo tarde. Es cruel, me estoy odiando mientras escribo esto, pero Raúl sobra, y su presencia será un problema, como lo está siendo en la selección. Hay algo odioso en un millonario de treinta años haciendo pucheros. El club necesita una postura fuerte al respecto. Hace unos meses había un cierto acuerdo en torno a la idea de que sobraban todos. Una clamorosa indignación que se ha ido diluyendo. No basta con dudar del rendimiento de Michel Salgado, es necesario odiar a Michel Salgado.
Y el tercer y fundamental fracaso, el gran fracaso y la gran decepción ha sido lo deportivo. Nadie ha sido lo suficientemente claro al respecto de un asunto fundamental que explica nuestros descalabros recientes: el balón, su posesión. A riesgo de ponerme valdanista, creo que un club debe dejar clara una "filosofía" del juego. Su filosofía. Antes de apostar por un entrenador, o por un esquema organizativo, hay que dejar claro a qué se quiere jugar. Porque esto es tan importante como definir qué producto se quiere ofrecer al público. ¿Cómo se puede saltar de Wenger a Lippi? ¿Somos los Lakers del show time o los bad boys de Detroit? (como veréis, mis conocimientos baloncestísticos terminan donde empieza la televisión de pago). Hagamos un repaso a los candidatos: Calderón parece decantarse por Capello; Villar Mir, en un alarde de bipolaridad, por Wenger, y luego por Lippi o el mismo Capello; Sanz por Del Bosque, lo que nos remite a la candidatura de Palacios, donde se nos ofrece también al salmantino. ¿Garantiza Del Bosque la posesión? Pues lo dudo. Cuando tuvo que decidir fichó a Flavio Conceiçao, que es uno de los peores jugadores que he visto en mi vida. Incluso fue responsable de perpetrar uno de los mayores atentados al juego que se recuerdan en Chamartín, cuando se inventó un doble pivote con Flavio y Makelele, que se movían por el campo como esas células que, al asomarnos al microscopio, continuamente chocan y se repelen, un tropismo propio de organismos poco desarrollados, que no es lo que uno espera en un mediocentro. Y por esa línea van los tiros, pues en esa candidatura se habla de Emerson y Diarra. Tampoco conviene olvidar que Camacho renunció a Xabi Alonso y con él a todo lo que este fenomenal jugador puede ofrecer. De Baldasano no sé gran cosa.

Es decir, que ninguna de las candidaturas ha centrado su propuesta deportiva, de una forma clara, en torno al balón. Los deportes que se juegan con una pelota tienen su origen en la imitación humana de la lucha divina por la posesión del sol. Los dioses luchaban por dominar el sol y los hombres, ansiosos por ocupar en algo el aburrido lapso de tiempo que luego llamarían "tarde del domingo", se pusieron a imitarlos. Se trataba de tener el sol, de dominarlo cuanto fuera posible. No parece que los antiguos dioses fueran italianos. En algún momento funesto de la historia, los ingleses, raza utilitaria y triste, inventaron las porterías, desarrollando una variante aérea y urgente del viejo rito. De esa forma vulgarísima había surgido el deporte. Luego inventaron el marcador (en algunos campos de segunda B todavía se conservan vestigios de los primeros marcadores; rebautizados cursimente como "luminosos") y luego inventaron los trofeos, y el deporte se hizo enfermizamente calculador. Los trofeos elevaron esa manía de contar, ese cuantitativismo feroz, a lo absoluto, y así nosotros somos más y mejores porque tenemos más títulos que los demás. Bien, eso crea mucha ansiedad. Creo, a riesgo de pecar de valdanista (en estas cuestiones estoy siempre andando por la cuerda floja del valdanismo tratando de no caer en el discurso de Cappa. Por cierto, el izquierdismo de salón sólo acierta de pleno en el fútbol: hay que ser futbolísticamente de izquierdas, como este Cappa, que parece uno de los Los Luthiers o, mejor incluso, como Menotti, el cantautor de los banquillos), decía que... ya no me acuerdo de lo que decía, creo que hay que subvertir la tendencia de este deporte. Desde su inicio se ha ido alejando de su versión primera. Quizá por eso, cuando vemos a un equipo teniendo el balón disfrutamos, quizás el deporte encuentre algo transcendente al olvidarse de la portería, al buscarla, al menos, de un modo indirecto. El fútbol es juego, sobre todo, cuando aparece el balón. Con el balón se juega, sin el balón aparece la estrategia, otra cosa, muy necesaria y también atractiva, pero no tanto y no de forma tan universal, tan alegre y contagiosa como cuando un equipo abre el campo, pasa, regatea, se olvida del resultado y tiene el esférico, domina un poco el mundo y el tiempo desaparece de la pantalla del televisor. Nike nos ha avanzado el mundial con una exigencia: jogar bonito. Pocas veces una marca nos da ordenes y se pone exigente. Es un imperativo que a nike le servirá para vender zapatillas. Hay que acabar con el cinismo intolerable de los tramposos y de los cicateros, hay que disfrutar alegremente de la vida, nos dicen. El Madrid, que es un club de extremos y ciclotímico, exige radicalidades. Sucede, además, que por alguna razón, suelen ganar quienes juegan un fútbol bonito. El futbol es bastante libre. No ha acotado el espacio (aunque el achique, otra perversión valdanista, o el fuera de juego, han creado zonas de vacío y tensiones invisibles en el terreno de juego) y tampoco ha limitado las posesiones. En baloncesto o balonmano es necesario dar una forma rápida a la jugada, tanto que las jugadas a veces parecen evacuarse, en otros deportes hay redes que dividen el campo, pero en fútbol hay una gran pradera que es un entero universo, un esférico y pocas reglas más. Parece que sólo hay que jugar de una cierta manera, pero no es así. El fútbol es el único terreno donde algunos admitiremos una revolución. Porque hay espacio y minutos para ello. Y porque las posibilidades que ofrecen los pies son ilimitadas (sirvan como ejemplo las felicitaciones de navidad de artis muti o el fetichismo erótico y las posibilidades masturbatorias de los pies). Por cierto, se me hace tarde, pero este mundial parece imponer otro esquema, el 4-3-3. El fútbol tienen tendencias, y el mundial es la gran pasarela. En años pasados, los entrenadores (esos diseñadores anticuadamente heterosexuales) ofrecieron el aburrido estilismo del 4-2-3-1. Se puede cambiar. Busquemos un entrenador artístico e independiente, un poco loco. ¿Un Cruyff? Sí, sí, por ahí van los tiros.
En resumen, que en esta cosa de la "filosofia" de club vamos de cráneo, como en todo lo demás. Las elecciones están evidenciando que el modelo de club es anacrónico y amateur. Está bien que lo conserven el Barcelona o el Athletic, porque ellos son la expresión balompédica de un Pueblo. Son clubes con una misión histórica. Pero nosotros sólo somos un equipo de fútbol que no puede pararse y admitir injerencias cada cuatro años. El modelo se justifica por la independencia. Veremos en unos días hasta qué punto podemos ser independientes. Bueno, ya hablaremos de eso. Es difícil que los socios, que son los propietarios, renuncien a la propiedad de algo tan valioso, pero resulta algo surrealista que una de las principales marcas del país elija a sus administradores de entre un grupo de individuos semejante. La masa social no ofrece nada mejor que estos señores. He aquí otro fracaso (por cierto, no me resisto: va a ser divertido comprobar cómo algunos medios critican la baja participación del aficionado madridista cuando consideran suficiente un porcentaje del 49% para un referendum que sacude el ordenamiento jurídico. Sobre todo si consideramos que no hay partido, que el madridista no tiene un colegio electoral en cada esquina y que, en algunos casos, el socio madridista vive a mucha distancia de ese kilómetro cero del madridismo que es el Bernabéu. Quienes pretenden acabar con el voto por correo pretenden reducir el proceso electoral a las encuentas de AS).
Pase lo que pase, no nos queda más que aceptarlo y seguir queriendo a nuestro Real Madrid, nuestro viejo e ineficiente Madrid.
(Me despido de vosotros por unos días. Cualquiera que sea asiduo de la página habrá podido comprobar que yo parezco habitar en ella. Por muy estimulante que resulte discutir con nazionalistas -un poco como Bud Spencer luchaba con los malos es sus películas, solo y a cara descubierta, dando hostias inofensivas a mano abierta, como de comic: paf, pow, pum... mientras Terence Hill, el socio, persigue a alguna rubia- tengo una vida, o algo así, que me espera encogiéndose de hombros y señalando el reloj con evidente urgencia. Nos leemos. Si alguien se pregunta por la razón de este "hasta luego", le diré que así me convenzo a mí mismo. Cualquiera que haya tenido experiencia con adicciones sabrá que esos trucos psicológicos son necesarios antes de pasar a mayores)