
Hoy termina la temporada, tras un larguísimo periplo lleno de incertidumbre, sinsabores, y, en último término, emoción y gozo. Tenemos la meta ante nosotros y ya sólo falta atravesar la cinta y recoger la Copa que nos espera, ansiosa; la justa recompensa al tremendo esfuerzo del equipo. Será una Liga que no olvidaremos, acaso la más emocionante de la historia. Algunos dicen que se aburrieron. Pobres idiotas.
No voy a ir al campo, porque no tengo entrada. Se pusieron 7.000 a la venta el viernes pasado a las tres de la tarde, dicen, pero cuando yo miré la página del club a las seis ya no quedaba ni una. ¿7000 entradas vendidas en tres horas? Raro, y más cuando los días previos no se dio ninguna información en absoluto en la web sobre el aseunto. Una vez más, huele a trapicheo en el tema de las entradas, lo cual resulta tristísimo y ajeno a la categoría del club. Hoy el primo de algún ejecutivo de Adidas (al que quizá ni siquiera le guste demasiado el fútbol) ocupará la localidad que le correspondía a un socio. Sí, ha salido un cupo limitado que se venderá a las once de la mañana, pero no soy tan freak como para dormir en la calle.
Tampoco voy a ir a ningún bareto, ni a la Cibeles. Que piensen en el aficionado: El partido terminará a las once, tras lo cual habrá un espectáculo de luz y color, retirándose los jugadores a los vestuarios una vez finalizado el mismo. Siendo optimistas, el autobús saldrá del estadio a las 12 y media, y teniendo en cuenta lo que se suele tardar en llegar a la Cibeles en estos casos, se plantará allí pasada la una. ¿Y qué coño hago yo ahí a esa hora pasando frío entre una turba exaltada y esperando ver al mendigo encaramarse a la estatua? No es de recibo, señores.
Así pues, seguiré la jornada desde mi casa. Si Internet me falla, tendré que conformarme con escuchar el partido. Pero no me importa, muchos seguidores siguieron así el fútbol durante décadas y no por ello lo vivieron con menos pasión. Me bastará saber que hemos triunfado, y que somos los mejores. La celebración espero que la retransmita Telemadrid.
Para el partido estoy muy tranquilo, como he venido expresando toda la semana. No tengo miedo a las bajas, ni al árbitro, ni al tiempo, ni al destino. Los temores vertidos por los madridistas en esta bendita página en los últimos días me confirman que la raza, tanto la blanca como la madridista, se está amariconando gradualmente, y que bastan unos añitos sin títulos para volvernos melindrosos cual paléticos o culés. Necesitaríamos un Capello como padre o, por qué no, como presidente del Gobierno.

Hablando de Capello, ésta podría ser su despedida. Supongo que los jugadores lo mantearán, porque han aprendido a amarlo y respetarlo, e incluso deberían sacarlo a hombros del estadio, en una de las escenas más emocionantes de la historia del club. Será el triunfo del hombre que derribó el sistema, que ridiculizó el totalitarismo del tiki taka. Mañana quién sabe dónde estará, pero hoy es la noche en que Cerdaño, Lama, De la Almorrana y compañía se acostarán sabiendo íntimamente que la mierda que han predicado tanto tiempo es mentira (aunque luego lo borren convenientemente de su memoria). Arriba podéis ver un estupendo montaje sobre el tema, cortesía del contertulio Quentin. La plantilla, por cierto, podría haber hecho un comunicado de apoyo al entrenador, pero se ve que los cojones y la inteligencia los invierten íntegramente en pedir sus ampliaciones de contrato. Sobre lo que puedan hacer los piperos, ni lo sé ni me importa. En todo un año fueron incapaces de mostrar el mínimo apoyo al hombre que recuperó el orgullo del equipo, ahora es tarde. Sí, tenemos una mierda de afición.
Pero pese a la circunstancia singular del páter, los grandes protagonistas serán los jugadores. El once es de muchas garantías, y no me cabe duda de que se dejarán el alma para proclamarse campeones. Ni siquiera me preocupa la presencia de Malulo. Sobre esto, he de decir que el otro día jugué una pachanguita después de mucho tiempo, y cualquier observador externo sólo habría visto una especie de cosa con piernas incapaz de controlar la pelota con algo de coherencia. Es fútbol es un deporte dificilísimo y muy exigente, y debemos respetar a sus profesionales, incluso a Malulo.
Será, como decía al principio, y pase lo que pase las próximas semanas, una Liga para el recuerdo. Uno de esos raros casos en los que el fútbol ha sido auténticamente ejemplarizante. Cuando un padre vea a su retoño abatido por un problema, le podrá decir: "¡Vamos hijo, no te rindas! ¿Recuerdas al Madrid del 2007? ¡Ellos nunca se daban por vencidos!" Por la importancia del título, por el tiempo que llevamos sin ganar y por las dificultades de todo tipo que se han superado, será una noche muy especial. Disfrutémosla, amigos.