Cuando llega lo serio...

Este Sevilla no era el Valencia del miércoles, eso está claro. Los de Jiménez no querían saber nada de rombitos ni mariconadas, y salieron a presionar desde el primer minuto. Este es el tipo de juego que más incomoda al Madrid desde hace años; antiguamente se defendía poniendo el autobús, ahora se hace presionando. Para contrarrestar esto hace falta un buen funcionamiento colectivo, para mover rápido la pelota, y un centro del campo sólido. Ayer tuvimos estas dos cosas sólo durante los primeros minutos del partido. Y es que Guchi, jugando esta vez contra 11 jugadores, que además no dejaban de apretar, volvió a desaparecer. Lleva ya un récord que ni Claude Rains. Gago, con muchas más dificultades que el otro día, y tampoco estuvo al mismo nivel. El Sevilla tiene perfectamente dominado el contragolpe, con tíos que corren como gacelas, y nos sorprendió con muchas más facilidad de la debida. El primer gol fue un trallazo tremendo de Keita desde fuera del área. Cinco minutos después, un tiro de Kanutó doblaba las manos de Pajillas, dejando la pelota para que la remachara Luis Fabiano. Debían ser ambos tiros imparables, porque el mejor portero del mundo no pudo hacer nada para detenerlos. O igual lo que pasa es que en el Madrid sólo hay milagros cuando le interesa a Anaut y Lama.

Tras los goles, el Madrid se desdibujó totalmente. Contra el orden y la velocidad sólo podíamos oponer las mismas armas, pero es evidente que con Raúl y Van Ni como puntas... velocidad, poca. Al holandés se le puede perdonar porque es un cazagoles, su trabajo es estar ahí para enchufarlas y nunca ha decepcionado, pero el caso del mito es más grave. Realmente, verlo intentando penetrar en una defensa bien plantada da pena. Sin velocidad, sin control del balón y sin regate, su imagen era una pura agonía. Hoy no valía lo de llegar desde atrás para cazar los rebotitos. Contra tres o cuatro flechas del Sevilla, nosotros sólo podíamos oponer a un hombre rápido en ataque, Robinho. Aunque lo intentó, y sus internadas fueron de lo poco decente que hicimos en ataque, no estuvo lo suficientemente acertado ni acompañado por sus compañeros.



A Diarrá le perdonaron un aparente penalti sobre Navas, que habría supuesto el tercer gol. Llegaba el descanso y pintaban bastos. Todos esperaban la reacción del entrenador madridista, que fue la lógica: como íbamos perdiendo y nos habían pasado por encima... lo dejó todo como estaba. Audaz no-movimiento de Schuster que sin duda desconcertó al rival. Y aunque parezca mentira, seguimos jugando igual de mal que en el primer tiempo, pero por lo menos aún teníamos 10 jugadores (Baúl+10, como decía el anuncio de Adidas). Eso cambió cuando le sacaron la segunda amarilla a Ramos, que nos dejó con 9 sobre el campo (Baúl+9). Ni los más obtusos pro-schusteristas (y tenemos más de uno por aquí) veían posible ya la remontada. Y es que en el banquillo ya no había un centurión, sino un melenudo rubio muy apático. En medio de una serie de ataques estériles del Madrid, Baúl hizo la jugada más meritoria que le he visto en cinco años: se revolvió en una baldosa al borde del área y, superando a Dragutinovic, se lanzó directo hacia la portería. Pero al sentir el ligero agarrón de Drago prefirió tirarse al suelo, desperdiciando la jugada. Esto fue lo único destacable que hizo en el partido. El entrenador, siempre atento, tardó 25 minutos escasos en introducir una variante táctica: quitó al Mito (se ve que hoy ya era demasiado evidente) e introdujo a... Balboa, que si bien es un muchacho más bien inocuo, al menos se le puede considerar futbolista en activo. Por cierto, en un entrenador tan mala es la falta de recursos como las excusas baratas. Patética la referencia a la procedencia del árbitro.

Guchi se había ido hace mucho, dedicándose a repasar su habitual repertorio de gestitos. Si sufriera una parálisis facial le ahorraría grandes momentos de bochorno al madridismo, la verdad. Eso sí, en la segunda parte tuvo la gran aportación de jugar con una bota roja y una azul. Diarrá estaba solo ante el peligro, y a Robbi seguían sin salirle las cosas. El Sevilla continuó a lo suyo, y nos nos metió el tercero de milagro. Los últimos cambios de Schuster fueron la entrada de Torres por Gago, para cubrir el hueco del lateral, y de Baptista cuando faltaban 10 minutos. Igual el plan es que el pobre metiera dos goles en ese tiempo.

Resumiendo, en un partido con nivel de eliminatoria Champions simplemente no dimos la talla. No fue sólo la derrota, sino también la falta de recursos tácticos y físicos, además de la abulia en el banquillo. Y me temo que esto no se arregla con los gritos histéricos del memo ese del "¡¡cuando juguemos bien nos salimos!!", ni con el "¡¡esto es excelencia!!" del necio de Peripaleto.

No soy optimista, porque creo que todos los partidos de este tipo se nos van a atragantar. Que nadie piense que el Sevilla es, ni mucho menos, el único ni el que mejor hace esto en Europa. Pero bueno, seguramente le meteremos tres al Olympiacos, Pajillas hará algún "milagro" contra un simulacro de delantero y los simplones de siempre volverán a gritar, pero al Madrid le queda mucho para competir con garantías al máximo nivel. La única esperanza sería un volantazo en el que se diera cabida a gente con más velocidad, empaque y presencia física, como los Higuaín, Sneijder y Robben, y la salida de los Guchis y Mitos de turno. Pero a juzgar por lo que hemos visto hasta ahora, el inquilino del banquillo, ese que entró poniendo la caña, no anda muy sobrado de reflejos. Y de valor tampoco.

- Sevilla CF: 2 (Keita y Luis Fabiano)
- Real Madrid: 0 (Pero cero patatero)