En tiempos de estrés y disfunciones eréctiles nada nos mantiene tan ligados al placer como los goles. Lo sabe Pelé, que durante la juventud se dedicó a repartir la alegría del gol y ahora, en el arrabal de senectud, sigue marcándole goles a la impotencia. El gol es el gran liberador de endorfinas. Y se trata de un placer enajenante. Un estallido que nos lleva a abrazarnos con lo primero que encontramos. Es un placer primario, que nos acerca al mono que fuimos, porque más de uno de nosotros se ha subido a una mesa, ha trepado, o ha liberado la mandíbula cual primate en pleno júbilo. Es el gol, también, un placer socializado que jamás se podria vivir en una cabina, clandestino como la paja del adolescente. Vivir un gol solo es una tristeza. Gritas, te levantas e, invariablemente, te acercas a la ventana a comunicar tu dicha al mundo, con la nariz chafada contra el vidrio, como un mimo desesperante. O mandas un sms a quien sea que pueda estar interesado en conocer tu felicidad. El gol es una experiencia de socialización, tan necesaria en el niño como el rito de la amistad –y no sabremos de qué pasta está hecho el niño hasta haber comprobado, ante el gol, si le va el pelo o la pluma, si es un tigre o un delicado gato de angora; si es un iracundo o un tibio-.
El gol se apaga, poco a poco, y su influencia remite –como el rostro se recompone tras la carcajada-, y al hacerlo nos sentimos más felices, más plenos, más indulgentes. Incluso diríamos que mejores personas si no fuese porque, a veces, el gol es una modalidad del placer que admite el reproche. No es infrecuente acompañarlo con ostensibles cortes de manga dirigidos al televisor, la radio o la afición contraria y, en esos casos, una sed interna de justicia, una llama justiciera nos obliga a proferir, violentos como escupitajos, cortantes “jódete” o rotundos “cabrones”, según el objeto de la ira sea individual (Luis Enrique, el vecino...) o colectivo (toda la gentuza que en el mundo gusta de animar al club estatutario). El gol es, por si fuera poco, memorable. Es habitual que, pasado el tiempo, disfrutemos recordando sus pormenores, sus detalles, las circunstancias y consecuencias que lo acompañaron. En esos momentos sentimos el placer evocador del gol, el placer sabio de recordar y la apetencia de nuevos goles. Creo que la felicidad se parece a uno de esos montajes en que engarzan todos los goles mientras suena una canción. Uno sabe qué hacia y cómo era cuando entraba cada uno de ellos. El gol, por tanto, también nos puede hacer sentir el paso del tiempo. Y como no somos enteramente responsables, el gol debería ser un eximente. Cuántas veces no hemos leído que Fulano descuartizó a Zutano por una discusión futbolera en el bar de la esquina–y esas trifulcas comienzan siempre con el gol, porque nada jode más que sufrir el gol en contra y que encima haya recochineo-. En el gol somos mejores amigos y peores enemigos. Es el punto culminante de nuestro fanatismo. Sí, también es espiritual porque nos depura.
El gol, por todo eso, es similar a un orgasmo, de la misma familia. Más limpio y menos esforzado, pero no menos placentero. Quien ha vivido el gol en plenitud, sabe poner al sexo en el lugar secundario que merece. El gol, además, es más natural, menos complicado que la jodienda: nadie necesita de una Lorena Berdún que le explique cómo vivirlo. El gol es más libre. Y a menos que te anulen el gol, no hay gatillazos. Nadie se siente defraudado y nadie finge. No hay, tampoco, las complicaciones sentimentales del sexo, porque uno sabe, desde que nace, a qué equipo quiere hasta morir. En el gol no hay infidelidades.
Raúl está a un gol de los trescientos oficiales con la camiseta blanca del Madrid y la roja española. Trescientos orgasmos nos ha procurado ya, uno cada dos partidos, es decir, uno por semana, frecuencia de marido responsable, de matrimonio consolidado. Puedo decir que, a estas alturas de mi vida, nadie me ha proporcionado placer físico en tantas ocasiones como Raúl. Así de importante es en mi vida.
lunes, 7 de noviembre de 2005
Los 300 goles de Raúl
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5 comentarios:
¡¡¡¡GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOLLLLLLLLLL!!!!
OOOOOOOOOOLLLLLLLLLLLLLLLLL!!!!
La gente flipa.
Sublime,
Cuanto lamento que mi pose de intelectual me haya impedido disfrutar de lo mejor de la vida.
Gracias por abrirme los ojos.
Besos
El video de los 250 goles de Raúl, lo mejón de lo mejón.
Felicidades por el blog.
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