Por un Bernabéu britanizado

Escribe: Amsterdam 1998

Quisiera aprovechar esta oportunidad que tan amablemente el Socio pone a nuestra disposición para reflexionar humildemente sobre un tema delicado y sonrojante para el madridismo. Al menos, debería serlo, sin duda. Esto es, la triste frialdad del público que abarrota religiosamente cada domingo las gradas de nuestro templo, el Santiago Bernabéu.

Es doloroso, muy sangrante, comprobar el estado cataléptico de nuestra hinchada durante los partidos. Superada incluso por los centenares de provincianos que acompañan al equipucho de turno cuando nos visitan. Los Ultras, recluidos en el fondo, vocean incansablemente pero su esfuerzo queda reducido a un lejano eco en el desarrollo del encuentro, remoto y apenas audible ante el aplastante silencio de la mayoría pipera y acomodada. Además, la ausencia de cánticos y cantinelas de aliento (exceptuando los típicos y redundantes ¡Madrid, Madrid! o ¡Real Madrid alé!) es ridículamente suplida por el insoportable y deleznable ruido de las bocinas. Y aquí he de abrir un inciso: muerte a las bocinas y cárcel para el que las vende. No hay en el mundo ambiente más monocorde, aburrido, cutre y ridículo como el creado por miles de asquerosas bocinas en un estadio de fútbol. Nos dan un aire como de equipo menor, paleto. Las bocinas son para la calle, y para el baloncesto. En un pabellón cubierto y cerrado, combinadas con el griterío del público y la rapidez de acontecimientos propia del básket, pues vale, bien, no desentonan y hasta son agradables en cierto punto. En un campo de fútbol, al aire libre y como único recurso de apoyo al equipo, resultan muy tétricas. Al fútbol se va con la garganta preparada para alentar.

Dicho esto, creo que esta escasez grave de ardor de la afición madridista que acude al Bernabéu viene motivada por varias causas, que a mi entender, son: La falta de cultura de hincha o sabiduría futbolística de una mayoría analfabeta balompédicamente hablando, secuestrada por la mentira del 4-4-2 romboidal de la polla (Hugues lo detalló a la perfección) y rebaño habitual de los pastos de la propaganda vertida por unos medios de comunicación viciados, tendenciosos y manipuladores; El preocupante aumento de la afluencia al fútbol de miembros de la jet set o alta sociedad: ricos, niños de papá, oligarcas, gente de alcurnia, guapos sin oficio y demás individuos de la farándula y la crem que, como en el siglo pasado con los toros, acuden ahora al fútbol (o deporte en general, como pudimos ver en la final del Eurobasket de Madrid o en cualquier final de Roland Garros) al albur del glamour, las modas, etc. Convierten las gradas en palcos VIPS, usan el fútbol como pretexto para cerrar negocios o lucir palmito y contribuyen al amariconamiento general de la hinchada, con la consiguiente pérdida de pasión y entrega de la gente. Y todos sabemos que el Madrid es un caramelo muy goloso para estos tipos; por último, la depresión post-galáctica que el madridismo sufrió tras el descalabro del Madrid de Queiroz, la renuncia voluntaria de Florentino a su grandioso proyecto, el abandono al gañanismo del los Guardianes de las Viejas Esencias (¡Camacho, centrales y huevos!), el ocaso gradual de una generación de dioses del fútbol y, finalmente, la progresiva evidencia del deterioro balompédico del Mito madridista, Raúl, y su obvia incapacidad para tirar de un equipo en descomposición.

Al considerar este tema como un problema de máxima gravedad para un club de fútbol, propongo varias soluciones, que un club serio y comprometido debería valorar rigurosamente (estoy seguro de que el organigrama en pleno del Madrid, con Mijatovic y Calderón a la cabeza, están trabajando en ello y de un día para otro nos abrumarán con una lista de soluciones inmediatas y eficaces, me lo creo y todo): Hace poco tuve la suerte de visitar el Commerzbank Arena de Frankfurt, donde juega el Eintracht, y me sorprendió la disposición del espacio dedicado a los ultras de ese equipo en el estadio. Un fondo completamente vacío de asientos, en vertical al igual que el resto del graderío, con algunas vallas o apoyaderos de hierro salteadas. Esto beneficia la movilidad y los saltos de los hinchas dentro de un espacio bien delimitado, propiciando que gente que va al fútbol a animar, saltar y bailar, pueda hacerlo (recuerden esas caídas en tromba del fondo sur tras cada gol del Madrid, hace una década) con total seguridad. Las medidas de la UEFA, encaminadas a hacer de los estadios de fútbol salas de teatro para consumidores en un paso más hacia la conversión de este deporte en un mero producto industrial, y adoptar medidas como la recuperación de los espacios propios de los ultras sería un paso importante para la salvaguarda del espíritu fanático y apasionado del fútbol.

Por otra parte, urge una regeneración de la masa social madridista. Una buena medida puede ser el abaratamiento de las entradas y abonos, facilitando el acceso a un público más joven y aguerrido, dispuesto a dejarse el alma en el campo más que a aplaudir las carreritas demagógicas de Él. Se perdería dinero, es cierto, pero observando que la proporción de ingresos debidos al taquillaje en el presupuesto del club va disminuyendo cada año a favor del marketing y otras cuestiones (contratos televisivos, derechos de imagen, etc) puede ser un riesgo perfectamente asumible, en pos de beneficios emocionales menos ponderables en números pero más satisfactorios para todos.



También está el proyecto de Florentino de techar el estadio y aumentar así la acústica del Bernabéu. ¿Dónde quedó ese plan, que recuerdo aprobado? El club debe hacer todo lo que esté en su mano para recuperar el activo más importante del fútbol, la afición. Restringir el acceso de pijos y madridistas de pitiminí, cubata y canapé. El fútbol siempre fue un juego de la clase obrera, creado para plasmar en el césped las ilusiones y frustraciones de gente sin mucha esperanza y dirimir rivalidades y odios locales, nacionales e internacionales con una pelota de por medio, en vez de con armas y bombas. Si perdemos esa belicosidad inherente al balompié, ¿qué nos queda? Un producto industrial sin alma ni futuro, como parece querer la FIFA.

En cuanto al shock de la afición tras la etapa galáctica, creo que la consecución de la Trigésima y la renovación (lenta, costosa, mal planificada y difícil, vale) del equipo están renovando la ilusión del madridista. Entre Drenthe, Robinho, Higuaín, Gago, Diarra y Ramos, la eliminación de Raúl será menos traumática y la transición será larga pero más natural.

Por último y para no aburrir demasiado, otra medida positiva sería la quema indiscriminada de las tiradas nacionales de AS y Marca en la puerta del Bernabéu, así como el cierre de sus respectivas redacciones y el posterior lavado de cerebro a los piperos. Aunque creo que esto no es muy factible, la verdad. Yo cambiaba dos años más del Mito mitoso por recuperar un Bernabéu feroz, atronador, colorido y acojonante para los rivales. Aguantar a Raúl 2 años más por dejar de ser un equipo aparentemente sin alma. Por que los madridistas silencien los campos allá por donde vayan y las aficiones rivales no escuchen ni sus estornudos cuando van a Chamartín. Por un Bernabéu britanizado. He dicho.

Amsterdam 1998