Dejo aquí un montón de las observaciones que me ha traído el partido. Seguro que coinciden con las que han ido surgiendo en la mayor parte de la grey madridista, en su nuevo aprendizaje de la decepción.
Nuestra relación con este equipo francés de provincias (y ser de provincias en Francia es serlo mucho, como un salchichón, una casa rural o un queso) me recuerda a la que tuvimos, allá por los noventa, con los capitalinos del PSG. Nos eliminaron dos veces, de forma consecutiva, y anduvimos unos años expeliendo gaseosa por el trasero detrás de los Artur Jorge, Ginola, Rai, Valdo y compañía. Los franceses nos tomaron a pitorreo y dejaron para siempre un cassette con el "que Viva España" en la megafonía del Parque de los Príncipes, donde años después se dejarían el apellido los culandras (oh, ese gol de Le Guen... ¿o fue Guerin?), y me parece que también el Dépor... el deporculo. Todos los que se rían por lo del Lyon acabarán muriendo del mismo acero.
El año pasado, guiados por el genio mímico y la fantasia romboidal de Luxa, perdimos con poco decoro en Lyon y arrancamos un empate pundonoroso en casa. Este año ha sido lo mismo. Creo que no ha habido sustanciales avances. Hoy he sentido, viendo a Tiago, Malouda y Juninho lo que sentí cuando el Ajax de Van Gaal se paseó por Chamartín, una sensación de ver a niños en traje de comunión contra un equipo contrachapado; quizá no tanto, porque ese Ajax era una supernova y este Lyon quizá no sea, hombre por hombre, nada del otro jueves. Carew, uno que no le servía al Mestalla (como Reveillere, ese que no puede tener más cara de francés) ha sido capaz de llevar al Balón de Oro a una especie de marcaje de baloncesto, un territorio parafutbolístico. Un agarrao de noventa minutos. Helguera, mientras, inventaba cojeras, clamaba al cielo, escupía y ponía esa sonrisa, ya tan familiar, de incredulidad, de incredulidad crispada, diría yo. Todas las formas de la impotencia que caben entre dos curras de surfero del cantábrico. Como exculpándose ante el mundo a base de muecas. Otro que tiene línea directa con el Altísimo es Robinho: cuando falla una ocasión gira súbitamente, abre las manos como un predicador y mira al cielo con una fijeza sufí. Están todos como unas maracas, y uno no se lo explica, con lo que deben de follar estos tipos.
Yo estoy dispuesto a ver siempre el vaso del Real Madrid medio lleno, pero me atormenta el hecho de no saber qué partido tiene don Fabio en la cabeza, el ideal que persigue. Mi ideal eran los comentaristas de Antenatrés, Schuster y Laudrup (por cierto, para quien no lo sepa y lo sospeche, Matías Prats también es colchonero). También Juninho tiene un lugar en mi fantasía (a Juninho ya le hemos quitado el Pernambucano porque nadie se acuerda ya del otro juninho, el pequeño prognato): un Chamartín edénico lleno de centrocampistas altivos. ¿Jugaremos alguna vez como este equipo francés? Yo creo que el gran argumento a favor del italiano, uno que además se suele obviar, es que fue responsable de uno de los equipos más asombrosos e infalibles que han visto los tiempos, ese Milan postArrigo que hacía giras por Europa para ver si alguien le derrotaba, como quien echa pulsos por las ferias. Queremos pensar, los que recordamos ese equipo, que Capello sabrá qué hacer, que tiene un plan y que ese plan nos llevará a algún sitio donde merezca estarse. Pero la travesía se promete larga, tortuosa y epidémica. Muchos morirán de escorbuto en medio del mar. Para empezar, Capello ha convertido al Madrid en el Tottenham Hotspurs. Sólo marcamos de cabeza. Nos pasamos la vida analizando con amargura la actitud piperil de la grada, pero debemos entender en vez de recriminar. Todos somos madridistas. Toda la vida nos han enardecido las mismas cosas, las paredes, los centros medidos, el juego por bandas, eso es lo que sabemos aplaudir y a muchos nos sale un olé involuntario. Nos ponemos como motos con cierto tipo de fútbol. ¿Qué nos piden ahora? ¿Una sintonía con un equipo que sólo sabe meter goles de cabeza? ¿Que cual hinchas ingleses gritemos "iiiiaaaaaaaaa" como posesos al forzar un córner? Por favor...
Yo creo que ese cortocircuito con nuestra propia historia y nuestra manera de ser paraliza al mismo equipo. Se supone que trabajan para ser un equipo difícil de batir y eso obliga a una actitud muy determinada, de sobriedad, abnegación y humildad. No se trata de tiquitaca contra capellismo; es que yo creo que el capellismo necesita un entorno nuevo. Hoy teníamos una prueba para ser humildes. Se trataba de enfrentarnos a un test. Saber, contra el mismo equipazo, si éramos mejores, un poco mejores que hace unos meses. Pasábamos un examen. Es decir, nos presentábamos ante alguien que sabe más que nosotros. Pero el diario más leído de España (mejor diré más ojeado) llamaba a la remontada, sacando por enésima vez a pasear sobre un añoso Babieca (más Rocinante que Babieca) al Cid Juanito, fatigando al mito hasta gastarlo, be water Real, leave alcohol mate, e incluso la bitácora más prestigiosa del madridismo, inflamada por el calderonismo talibanesco de su líder, despreciaba irreflexivamente al rival (poniéndosela, por cierto, botando a los trolls, que hoy se lanzarán cual Santillanas). Los jugadores llegan a través de La Castellana a un estadio en el que la luz y el rumor empujan a irse hacia arriba, a igualar antiguas gestas, a perder un poco el respeto al que visita. No sé, creo que jamás podrá ser el Madrid el equipo granítico que ansía Capello. Un equipo sometido a tanto ruido, a tanta presión debe, por fuerza, despistarse. Siempre habrá algún escape, sobre todo mientras haya Gutis, con la cabeza como una tetera. El madridismo, cuando llega al Bernabéu, pide jarana. No sabemos ver un partido en el que no pase nada. No tenemos una inteligencia táctica, sino estética. Despreciamos los goles de córner, que nos parecen menos goles (salvo en semifinales, que vale todo), y consideramos un burreo intolerable que el rival tenga el balón en nuestro estadio, como si un invitado a casa se atreviese a vestir nuestra bata, calzar nuestras babuchas y ocupar nuestro sillón frente a la tele.
Nos hemos merecido perder y quizá hubiese sido lo mejor. La reacción de coraje del equipo es la de un equipo blasonado que saca el orgullo, la vergüenza torera, nada más. Esos chispazos tienen el inconveniente de maquillar el moratón, se recompone el gesto pero se oculta el daño y se pospone la solución. Por cierto, lo del holandés con los penaltis me recuerda a lo de Figo. Vaya tomando nota el comandante. Y Coupet para y yo no sé por qué pero no me imagino en las radios francesas un coro de giliflautas gritando como quinceañeras "¡San Coupet! ¡San Coupet! ¡El catecismo, el catecismo!"
Tengo miedo de que se malgasten los 1100 millones de euros en seguir una dirección equivocada. Lo siento. Juninho juega al fútbol con gesto despistado, con una aparente negligencia, pero es elegante y concreto. Ese fútbol es el que yo he valorado toda mi vida. El fútbol del Madrid es un galimatías. Guti es nuestro Juninho, pero Guti te falla siempre, cuando más se le espera Guti falla. Robinho no disfruta de uno-contra-unos porque el balón tarda un siglo en llegar a banda y llega cuadrado; y sin esos aclarados que le reduzcan la jugada a una sola opción primordial, el regate, Robinho se ofusca y acaba tropezando y torciendo la boca. Los cambios de juego no cruzan el océano como en tiempos de rutilar galáctico; Reyes no es Figo, hay bandas pero no lucen. Raúl, que está tremendo y homérico, es el único en poner algo de criterio, a su manera suburbana. Emerson y Diarrá, incapaces de encontrar una salida, parecen ratones beodos en medio de un laberinto. Hay gente que al recibir el gordo de la Lotería arruina sus vidas. Florentino sabía manejar las millonadas. Ponía el dinero en un número de la ruleta de los fichajes con la desenvoltura de un jugador experto (hasta que se le acabó la suerte, dirán algunos). Pero Calderón y Pedja, ¿se han visto en otra? Ay, cuanto más dinero se tiene más importante es la gestión. La prudencia, la humildad, el comedimiento, la discreción... palabras que manejan los muy ricos.
Mañana se meterán con Cannavaro, puede que con razón, pero a mí me ha gustado que en el escarceo pandillero del final del partido (Ramos va a cumplir muchos ciclos de tarjetas en su vida), cuando todos galleaban con gesto hosco, él buscase el cuerpo a cuerpo con una angelical sonrisa. Eso debe de ser el barrio y Nápoles, y la manera local de vacilar mientras se amenaza de muerte para que no sospeche nadie. Mañana los trolls me llamarán marica, pero parece un modelo de Gautier, con algo pasoliniano en su sonrisa. Il Bello es nuestro Benito metrosexual. Amémosle sin complejos.
Sigo manteniendo que Cassano es un genio y que tiene más talento en la uña de un pie que todo el Madrid junto. El gol del empate ha venido por un cabezazo suyo. Que conste. Habiendo tanto notario de la nada, tanto contable de la palomita superpop, alguien tiene que rellenar el haber de este genio, que por genial resulta incomprendido.
Toulalán tiene el nombre mas bonito de la Champions (y la Champions es el cosmopolitismo de los hooligans), no sé de dónde es, pero suena a Antillas y a calipsos, a estribillo de Georgie Dann, a ultramar y al final, un poco, a choteo, a recochineo. Como tururú, pero en gabacho.
Del partido se puede seguir hablando en comentarios. Un saludo a todos, y de manera especial a Corso.
- Real Madrid: 2 (Diarrá y Van Nistelrooy)
- Olympique Lyonesse: 2 (Carew y Malouda)
miércoles, 22 de noviembre de 2006
La épica y la cruel duda
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203 comentarios:
«El más antiguo ‹Más antiguo 201 – 203 de 203Mira Hughes, no tienes ni puta idea ni de lo que dices, ni siquiera recuerdas cifras y datos.
Cuando afirmes algo al menos intenta contrastarlo por internet, que es muy fácil.
No te voy a contestar porque parecería que dices cosas con algo de sentido.
desechu,
eres una mierda de tio.
La paaaaaaz.
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