jueves, 3 de noviembre de 2005

Ante el estatuto, madridismo



Floren -nuestro líder, que diría el socio- es uno de los más importantes políticos españoles. Yo no sé si fue Mendoza el que dijo que ser presidente del Madrid era más que ser ministro. Me imagino, esas boutades eran genialidades habituales del caimán blanco. Qué sería de Florentino con el carisma, entre populachero y elitista de don Ramón. Ese galán eternamente joven que hizo de su frivolidad imagen del Madrid de la Movida. El Madrid de los ochenta, tan de entonces como el pop español o el cine de Almodóvar. Uno recuerda los debates de entonces con agrado. Eran dos formas de entender el mundo. Mendoza era un playboy capaz de marcarse un poema de Verdaguer en la TV3. Floren un tecnócrata repelente. En el fondo había una mutua admiración y no es difícil imaginar una secreta envidia de Florentino hacia la retranca de ese animal mediático que era Mendoza. Don Juan antes que gestor, más cerca de Briatore que de Bernabéu.

Decía que Floren es un gran político. No un tipo que hace política como Laporta. No, Floren es político en sus declaraciones. Es diplomático, pero, además, lo que dice tiene un claro sentido ideológico. Miente quien dice que el fútbol no es política. El fútbol es la guerra civil incruenta. –de nuevo don Ramón, con sus pasadas-. Floren nunca habla sólo de fútbol, su mensaje es, además, ideológico. Os reto a leer y escuchar sus entrevistas. Él habla siempre de valores. Habla de universalidad, de globalidad, de internacionalismo y de valores. El respeto, la dignidad, la deportividad, la superación, una concepción lúdica, artística del fútbol. Y eso no son sólo palabras. Cuando el resto de clubes pregonan IDENTIDAD, Floren expone valores. Ni madrileño, ni español; antes que nada, modelo de conducta. Una multinacional democrática que ofrece contenidos, y la mezcla de pureza y encanto que tiene el deporte cuando linda con el arte. Por eso Robinho es estratégico y por eso se lo van a querer cargar.

Mientras el Barcelona se territorializa y reafirma su catalanidad, el Madrid difumina sus contornos para ofrecer sólo valores. Y no es casualidad que en verano saque dinero de Japón y en invierno siembre de escuelas las zonas más pobres de sudamérica.

Se acerca el derbi y nos van a dar el coñazo con una igualdad que no existe entre el Madrid y el Barcelona. Ellos nos odian, nosotros les despreciamos. Ellos son la identidad, nosotros los valores. Ellos son el pasado, nosotros la modernidad.

El Madrid juega un clásico cada quince días. El Valencia, el Dépor, el Atleti y luego el Barcelona. Pero ni más ni menos. Nuestros rivales son el Bayern, el Manchester y el Milan. Ni siquiera el Chelsea. La oposición Chelsea-Madrid, el duelo del futuro, es la oposición indirimible entre el oligarca y la democracia. Modelos no homogéneos que no admiten comparación.

Ante las cosas que están pasando, uno no puede abstraerse. Ni el más furibundo de los forofos. No queda más que respetar y defender con civismo las instituciones. Y entre ellas, nuestro Real Madrid.

Lo que pasa en España acaba reflejándose en nuestro club. Un repaso. En la República nos quitamos la corona y el Real; la guerra nos destrozó –sí, sí, a nosotros sí, a otros les sirvió para subir de categoría-; la posguerra fue reconstrucción, los sesenta el despertar de la juventud yeyé (el poco pop que tuvo nuestra España); el fin de la autarquía la aparición, de nuevo, de los extranjeros –la moderna Europa nos llegó con Breitner y Netzer, esos alemanes patilludos con cuyas patillas no podían competir ni en corte ni en espesor las de Amancio o Pirri-; la larga sombra paternalista de Bernabéu, Saporta , Dominguez y compañía se prolongó y Luis de Carlos fue nuestro Suárez. Y de la propia Junta "ançien regime" un joven Mendoza, consejero de Prisa y luego la jet, la beautiful, los escándalos, la corrupción que en algún archivo llegó a afectar tangencialmente al club; luego, la regeneración de los noventa. Y el 11M, mazazo que nos hundió y del que poco a poco nos despertamos. Y ETA, la lenta y larga hija de puta, la sierpe en la que reptan tantos, también se acordó de nosotros y nos puso bombas al lado del estadio. Y CIU y ERC, que nos llevaron a las Cortes, como amenaza de lo que estaba por llegar. De lo que está por llegar.

No siendo bandera de nada, no podemos evitar ser un club español. Para lo bueno y para lo malo. Y todo lo que ocurre, más tarde o más temprano, deja su impronta en el tapiz entusiasmante de Chamartín. Celuloide y espacio ciudadano. Punto de encuentro, reunión de las miradas. Mágico, pero frágil.

Que no nos jodan el Madrid, muchachos.

(Y Helguera, que tiene el don de la oportunidad, se ha lesionado.)

2 comentarios:

Sergio dijo...

No sólo eres muy prolífico, sino que escribes de cojones. !Viva la madre que te parió! Vaya bitácora hacéis entre las dos cabezas pensantes, ésto anima a leer a cualquiera.

Anónimo dijo...

Gracias, Sergio, pero aquí la bitácora es del socio, yo sólo colaboro. Y lo de prolífico no sé lo que durará porque no tengo mucho tiempo, la verdad. El caso es que entre todos mantengamos este sitio activo, que está muy bien.

Socialista, yo también la he escuchado. Como unas maracas. Pero no te creas, yo recuerdo algún artículo en El País criticando las banderas españolas contra el Athletic en el Bernabéu. No es nuevo. Podemos llevar banderas de Nueva Zelanda, que a lo mejor no les ofenden.