Visita anual a la pocilga

Pues nada, ya toca taparse la nariz para rendir la visita de todos los años al Lanzacerdos C.F. Se trata en esta ocasión un derbi descafeinado, sin colesterol y bajo en calorías, pero oye, al fin y al cabo juegan segundo contra cuarto, así que algo de emoción hay. Aunque el aficionado madridista no quiere soñar ya con el título de liga por puto hastío, ha de recordar que puede quitárselo al Barcelona, lo cual constituye un deber y un placer.

Como un placer es siempre ganar en casa al ejército desarmado de Holanda (perdón, de Cataluña). Una de las pocas cosas interesantes que ha dicho Íker Pajillas, en su ya larga y palomitera carrera, fue cuando por fin ganamos en el Nou Kampf, el año de Queiroz: "Ya hemos roto la puta estadística de los cojones". Y efectivamente, aquella victoria fue todo un alivio, como si nos hubiéramos desatado una piedra atada muchos años en esa parte del cuerpo que decía Íker.

El culé defiende celosamente la virginidad de su campo en las visitas del Madrid, porque éste ha sido siempre su obsesión, y ceder ante él en terreno propio supone la mayor afrenta. Para el Barcelona, un club que siempre ha vivido a la contra, ésta es probablemente su verdadera "Champions". Y por ello, por la ira espumosa que les produce, para el madridista supone siempre un enorme placer ganar ahí, aunque tampoco le da mayor importancia. Os digo que si los culés hubieran tenido una noche como la nuestra en aquella eliminatoria de Champions con los goles de Macca y Zidane, habrían levantado una estatua en la plaza de Cataluña conmemorando el evento.

El Madrid no puede llegar al partido con menos presión. Si son incapaces de jugar con algún sentido, es que no saben hacerlo mejor. Sobre la alineación, no espero que, ahora que casi todo está perdido, Capello intenta cosas imaginativas. Quiá. Jugarán el mito y Guchi, y Marcelo, Cassano y Robinho se irán al banquillo. En fin, lo ya sabido.

El presidente Calderón podría aprovechar la visita para formalizar algún contrato de colaboración con Ruporc. Con que manden el 10% de los cerdos que andan sueltos por ese estadio a Rumanía, hacen el negocio del siglo. Esperemos que Abellán y Relaño, tan duchos en materias porcinas, nos informen puntualmente del asunto.

En su último partido en el orinal blaugrana, sería bonito que Roberto Carlos devolviera tanto cariño como ha recibido allí a lo largo de los años. Una buena forma sería metiendo un gol de falta, que entraría en la portería tras chafarle los cojones a Víctor Valdés (que tampoco iba a echarlos mucho de menos). Anda que no nos reiríamos ni nada.