Me gusta Ronaldinho, ¿qué pasa?

Escribo esto instantes antes de que suene el himno de la Champions y las nada inocentes manos de los gerifaltes uefos acaricien las bolas del sorteo, sin mirar, como palpando la gónada del fútbol europeo. Caricias a las bolas que producen un cosquilleo unánime en los aficionados. Cualquiera que nos toque nos puede hacer un traje. Si nos tocase el Chelsea, además, Calderón hincharía el pecho como un pavo real y empezaría a hablar de Robben, otros de sus fiascos veraniegos. Abramovich le miraría entonces con la cara con la que miramos a un insecto diminuto al que perdonamos la vida.

El estilo del Madrid, de este nuevo Madrid tras Florentino, debería imitar el de Capello. Sobriedad, humildad y trabajo duro. A veces, en la vida, hay que apretar los dientes y joderse un rato. En lugar de eso, tenemos un presidente engallado, de tour por las peñas, cual Bisbal, con el fotógrafo a cuestas, chulapeando como un Tony Leblanc puesto de algo, vendiendo grandiosidades que sonrojan. De la NBA nasti de plasti, caballero. Le ha echado una especie de pulso a distancia, AS mediante, a Berlusconi. Ha presumido hasta lo indecente del contrato de televisión más grande que vieron los siglos. Ya no es que incumpla sus promesas con una frescura zapateril, es que tiene un estilo que yo calificaría de megalomanía cutre. Es como Florentino pero en impotente. De Florentino ha cogido esos aires de fanfarria. Y lo hace mientras le come la oreja al último peñista de Malagón, pues se promociona por tierra, mar y aire, y le da lo mismo la ESPN que Telealpedrete. Bueno, no, en la SER, su radio amiga, además le dejan poner una vocecilla implorante (demagogia+sensiblería= el horror) Ya se ha dicho todo de este señor, pero creo que es un personaje mediático que crece. Es un cóctel de Mancebo, Mendoza y Flo que espeluzna. Si esto fuera una Nación yo pediría a gritos un pronunciamiento o la entrada de los tanques en la junta. Optaré mil veces por el luisdecarlismo de la propuesta de Mir (y no por Mir, sino por lo que representa) que por el fatuo mendocismo. ¡No nos merecemos un gobierno que mienta!

Y ya que me pongo herético citando a Rubalcaba me permitiré decir algo sobre el Barcelona, al que de ahora en adelante no cambiaré el nombre, pues no ser capaz de nombrar al otro, más allá de la broma, es un pequeño y cotidiano fascismo; borrar el nombre al rival es intentar acabar con él y además es degradarlo. Creo que el fútbol es un gran sectarismo. Hay gente asombrosa que lo disfruta sin pasión y sin equipo, pero son los menos, los no alineados. En mi caso, la afición al fútbol se la ha comido mi amor por el Madrid. Uno empieza dando pataditas al balón de nene y cuando es un mozalbete ya es de un equipo y se diría que oscuras fuerzas sociales le impulsan a uno a serlo, a alinearse, si es que no los propios padres, imponiendo la afición, primera libertad que se nos niega; y si la filiación persiste uno acaba siendo absorbido por la militancia. Como madridistas, recibimos ingratitud, odio, cabezas de cerdo y bolas de billar lanzadas con saña contra nuestras sienes a cada rato. Básicamente, el fútbol español vive de la oposición madridismo-antimadridismo. Pero eso es sólo el negocio palabrero y ridículo que hay entre jornada y jornada. El fútbol es otra cosa, es la danza o el combate que se desarrolla en el campo y yo no sé por qué extraño purismo creo que debemos aislarlo de lo demás. El aficionado debería tener la sana objetividad que le permita, no sólo reconocer, sino admirar al otro. Creo que uno es un fanático cuando no reconoce la genialidad. La genialidad es un destello potente, universal, es como un lucero, como un cometa que deja boquiabierto al planeta. No ver el genio, no admirarlo, es la total ceguera. Por lo menos en fútbol. Y yo no quiero ser un fanático. Este deporte se juega cada tres días, y seguir la ley del talión resulta agotador. ¿Debo odiar porque me odien a colchoneros, valencianistas, culés, sevillistas...? Mis domingos serán un chapoteo en el odio. Un carrusel de frustraciones y mezquindades. Yo creo que, perdido ya el paraíso florentiniano, caídos en la realidad de golpe y porrazo, apagados los mitos de Del Bosque, Camacho, Butragueño, del propio Florentino, conocidas las hieles del desierto de ya casi un lustro, en fin, si después de toda esta penuria los rivales nos arrastran a su psicología enfermiza de odio y resentimiento entonces sí, han vencido.

Propongo un madridismo sano, el de toda la vida, y empiezo por mí mismo. Yo, fanático entre fanáticos, admito que nadie juega al fútbol como el Barcelona, que produce jugadores técnicos e inteligentes como el pálido Iniesta, canteranos que llegan con la pasión del balón, del fútbol puro que uno echa de menos en La Fábrica, escuela superior de funcionarios. Desde Milla son muchos años ya de delineantes, esa cantera ha hecho lo imposible: ha inventado un tipo de futbolista, un jugador que sólo se da allí, como si fuera una reserva o un invernadero. Reconozco, además, que Deco es un compendio de todas las virtudes, que Messi es Robinho y algo más (y ¡ay! ese algo me temo que no lo dan en pastillas), que Beguiristain, quién nos lo iba a decir, tiene la mesura, el saber estar y la discreción que alguna vez fue nuestra, que la masa social culé da Rossells mientras la nuestra ofrece Baldasanos; que Ronaldinho, al fin, es una bendición para el deporte, un superhéroe que, gracias a Pérez, se puso la capa blaugrana. Bien, pienso disfrutar de su fútbol aunque desee la victoria del Madrid. O dicho de otro modo: ¿qué pensariamos de alguien que hubiese pasado la década de los ochenta deseando lo peor para Maradona? ¿Se puede considerar sano al futbolero que haya ocupado los noventa en menospreciar cada obra de Zidane? El madridismo nunca ha dado jetas como la de Gaspart porque no se ha dedicado a odiar. Yo ya empiezo a descubrirme un algo gaspariano en la mirada, un afilarse mis quijadas, un adelgazamiento sospechoso, un pensar maquiavélico...

El otro día leí el himno del Madrid, pues leer los himnos sin música es una cosa reveladora, y comprobé, con no poca tristeza, que ahora mismo no cumplimos ninguna de sus frases. Empecemos, nosotros mismos, a ser dignos del gran legado de don Santiago.

Otra cosa, en los próximos meses estaré algo ausente de la bitácora. Saludos a todos.

Oh, acabo de ver que nos ha tocado el Bayern, el paquidermo bávaro, va a ser como un ataca-tú-que-a-mí-me-da-la-risa, ¿es posible que dos equipos se jueguen al contragolpe? ¿No es un imposible en términos? ¿Habrá una franja sin pisar en el centro del campo? Visitamos el Allianz y espero, por todos los santos madridistas, que no se prolongue allí la gafancia del Olímpico. Soy moderadamente optimista. Es decir: si estuviese yo de representante madridista en el sorteo al ver el emparejamiento hubiese tratado de reprimir sin conseguirlo del todo una sonrisa de alivio. Un peligro puede ser escuchar las palabras "camino de la décima" más de lo debido.

A los simpáticos Barcelona y Valencia, por lo que veo, les han tocado rivales de postín a los que tienen que llamar de usted. Benítez es uno de los pocos humanos capaces de frenar a Ronaldinho y el Inter tiene la oportunidad de derrotar por cuarta vez en una década al Valencia llevando así de nuevo la felicidad y el jolgorio a los hogares de miles de valencianos. Yo sacaré del armario mi neroblú (¡tanta felicidad me has dado, oh Internazionale!) y ya sé que con esto me contradigo, pero es que el fanatismo es una droga y no va a ser llegar y besar el santo.